Hay muchas concepciones o definiciones sobre el amor, en el vasto sentido de esa palabra, tanto de pareja, de amistad, filial, en comunidad y a la humanidad. Y es un tema recurrente en la literatura de todos los tiempos. A-mor que etimológicamente se compone de a, el alfa griega que significa privación, y del latín "mors", muerte. Por tanto, donde no hay muerte, hay vida.
En ocasiones la actividad de escritura surge con el propósito de elaborar lo fugaz, para resignificar la propia experiencia. Incluso cada vida es una obra de arte en la que prima velar por la propia "hechura a mano", como habitualmente lo dice en sus libros y podcast una estimada activista y escritora por los derechos de las infancias y la conciencia como mujeres* cuyo enfoque desde las constelaciones familiares, y la inspiración en la psicología junguiana también suelo leer. Somos artífices de escribir las páginas de nuestra vida a partir de tomar conciencia de ella.
Referencio como inspiración una frase del maestro Eduardo Galeano:
De los miedos nacen los corajes, y de las dudas, las certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible, y los delirios... otra razón. Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo... sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones de cada día.
*Sobre la vida "hecha a mano" habla Gabriela Arias Uriburu en varios de sus libros, publicaciones y vivos. Concepto muy revelador que ahonda en el análisis e interpretación del cuento de la tradición oral Los zapatos rojos, que a a su vez, aparece en el libro de Clarissa Pinkola Estés: Mujeres que corren con los lobos.
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